Qi Gong y espiritualidad

El qi gong no es una gimnasia sin alma, su esencia es profundamente espiritual.

Practicar el qi gong  es relacionarse con la naturaleza, con el cielo, la tierra, es ser consciente de pertenecer a un Todo.

Es tomar conciencia de nuestro  mundo interno, de nuestro microcosmos y del macrocosmos, y percibir que uno va ligado al otro.

Es vivir la impermanencia, siguiendo el ritmo de las estaciones a través los movimientos. La hoja del árbol, verde ayer, hoy es amarilla.

Es vivir el concepto de que nuestros ancestros están en nosotros, en nuestras células, que nada desaparece totalmente aunque haya “cambio de forma”.

Es una práctica de encuentro entre el budismo, taoísmo, confucionismo y chamanismo, una abertura a la ecología social y espiritual, al respeto a los otros, a los animales, la vegetación, los minerales. Es una manera de saludar la vida día a día, de dar las gracias por la suerte de ver de nuevo el sol cada mañana.

Es la atención a la belleza del cuerpo, sin  ninguna obsesión culturista, con todo el respeto a nuestros órganos, a nuestros ojos que nos permiten ver, a nuestros oídos que nos permiten oír… y es también un homenaje a la diferencia de cada uno. 

Es una manera de ritualizar su vida, no para ser esclavo, al contrario, para encontrar la libertad de lo sagrado.